A menudo los cínicos hablan de los efectos
desencantadores de la experiencia, pero en mi caso he descubierto que casi
todas las cosas no malas son mejores en experiencia que en teoría. Tomo, por
ejemplo, la innovación que he introducido últimamente en mi vida doméstica; él
es una innovación de cuatro piernas en la forma de un terrier escocés. Yo
siempre me he imaginado ser un amante de todos los animales, porque nunca he
conocido ningún animal que definitivamente no me gustara. La mayoría de la
gente marca la línea en alguna parte. Al señor Roberts no le gustaban los
gatos; la mejor mujer que conozco se opone a las arañas; un teósofo conocido
mío protege, pero detesta, a los ratones, y muchos dirigentes humanitarios
tienen objeciones a los seres humanos.
Si el perro es amado, él es amado como un perro;
no como un conciudadano o un ídolo o una mascota o un producto de la evolución.
El momento en que tú eres responsable de un animal respetable, ese momento se
abre un abismo tan grande como el mundo entre la crueldad y la necesaria
coerción de los animales. Hay algunas personas que hablan de lo que llaman
“Castigo Corporal” y clasifican bajo ese cabo la tortura horrible de los
ciudadanos desafortunados en nuestras prisiones y hospicios, y también el
coscorrón que uno le da a un niño necio o los golpes a un terrier intolerable. También
podrías inventar una frase llamada “Conmoción Recíproca” y dejar entendido que
bajo esta incluiste besar en la cabeza, patear, la colisión de botes en el mar,
la adopción de jóvenes alemanes y el encuentro de cometas en el aire.
Ese es el segundo valor moral de la cosa: el
momento en que tú tienes un animal a tu cargo, pronto descubres qué es realmente
crueldad a los animales y qué sólo es bondad hacia ellos. Por ejemplo, algunas
personas han llamado inconsistente de mi parte ser anti-viviseccionista y aún
así estar a favor de deportes ordinarios. Yo solo puedo decir que puedo
imaginarme disparándole a mi perro, pero no puedo imaginarme viviseccionándolo.
Pero hay algo más profundo en el asunto que todo
eso, sólo que la hora es tarde y ambos el perro y yo estamos demasiado
somnolientos para interpretarlo. Él yace frente a mí acurrucado delante del
fuego, como tantos perros deben haber yacido delante de tantos fuegos. Yo me
siento a un lado de esa chimenea, como tantos hombres deben haberse sentado con
tantas chimeneas. De alguna manera esa criatura ha completado mi hombría; de
alguna manera, no puedo explicar por qué, un hombre debería tener un perro. Un
hombre debe tener seis piernas; esas otras cuatro piernas son parte de él.
Nuestra alianza es más antigua que las explicaciones pasajeras y mojigatas que
se ofrecen sobre cualquiera de nosotros; antes de que la evolución fuera,
nosotros fuimos. Puedes encontrar escrito en un libro que yo soy una mera
sobrevivencia de una disputa de simios antropoides, y quizás lo soy. Estoy
seguro de que no tengo objeción. Pero mi perro sabe que soy un hombre y tú no
vas a encontrar el significado de esa palabra escrita en ningún libro tan claro
como está escrito en su alma.
Podría estar escrito en un libro que mi perro es
canino, y de esto podría deducirse que él debe cazar con una manada, ya que
todos los caninos cazan con una manada. De ahí podría argumentarse (en el
libro) que si yo tengo un terrier escocés, yo debería tener veinticinco
terriers escoceses. Pero mi perro sabe que yo no le pido cazar con una manada;
él sabe que no me importa una maldita cosa si él es canino o no mientras sea mi
perro. Ese es el secreto real del asunto que los evolucionistas superficiales
no pueden llegar a ver. Si la historia rastreable es la prueba, la civilización
es más antigua que la barbarie de la evolución. El perro civilizado es más
antiguo que el perro silvestre de la ciencia. El hombre civilizado es más
antiguo que el hombre primitivo de la ciencia. Nosotros sentimos en nuestros
huesos que somos antigüedades y que las visiones de la biología son fantasías y
modas. Los libros no importan; la noche se está cerrando y es muy oscuro para
leer libros. Débiles contra la desvaneciente luz del fuego pueden trazarse los
contornos prehistóricos del hombre y del perro.