Cada año pone en tu faz una nueva máscara.
Este, alegre; aquel, indiferente; el otro, triste; el venidero, acaso gesticulante y ridícula.
Cada año pone en tu faz una nueva máscara y se va...
Pero tu "yo" impasible, cuya fisonomía sólo conocen los dioses, sabe que él no es la máscara, que él ni sonríe, ni llora, ni gesticula.
Tu "yo", al verse en el espejo a través de las ventanas cada vez menos luminosas de los ojos, se dice a sí mismo:
"He aquí el antifaz nuevo que me ha puesto la vida".
... Y sigue pensando en otra cosa.
Muchas de tus máscaras han quedado para largo tiempo en las fotografías. Durarán más de lo que merecen. Pero ninguna ha sido en ningún momento la expresión exacta de tu yo.
Que esto te enseñe a buscar en los hombres la fisonomía interior, la fisonomía escondida. Alguna vez podrás decir: "aquí hubo un ángel y yo no lo sabía".
Capítulo del libro Plenitud