lunes, 28 de octubre de 2019

Filosofía

Las preguntas del principio de la filosofía solían ser:

¿Quién soy yo?
¿Por qué estoy aquí?
¿Qué es el universo?
¿Por qué y cómo se creó el universo?

Son preguntas difíciles. Le obligan a uno mismo a ponerse a prueba, tanto en un experimento en las actividades cotidianas como en el salto de fe sobre el abismo de lo desconocido, para llegar a otro lugar.

Es mucho más fácil poner a prueba a los otros, pues, aparentemente uno nunca es responsable de lo que hagan o digan. Apoyándose en la cultura vigente, que tiene sus propios valores y prejuicios, su propia autoridad, es bastante fácil intentar criticar al otro con un disfraz de diálogo.

¿Quién eres tú?
¿Por qué estás aquí?
¿Por qué dices eso, por qué haces esto otro?

Estas mismas preguntas se pueden hacer en un diálogo sincero. Porque el diálogo sincero ve al otro con respeto y ve en el otro una oportunidad de conocer una nueva perspectiva.

Quiero conocer al otro, para que luego me conozca a mí y me diga también qué ve en mí.

Es muy fácil peinarse y arreglarse con un espejo, pero no hay espejo que nos diga quiénes somos, para eso necesitamos ayuda. De un amigo o de un maestro.

Hay "amigos" que sólo se entretienen los unos a los otros, y se adulan, porque ninguno quiere hacerse las primeras preguntas de la filosofía, sino distraerse de la realidad, escondiéndose en sombra. Hay "maestros" que se prestan a lo mismo. Y se creerían capaces de apagar el sol, si tuvieran la oportunidad de esconderse en la sombra para siempre.

Es como si hubieran olvidado que hasta la imagen del espejo es engañosa. Quien saluda a esa imagen con la mano derecha recibe la respuesta simultanea de dicha imagen con su "mano" izquierda.

¿Soy yo la imagen que tengo de mí mismo o soy otra cosa?
¿Me conozco a mí mismo o sólo prefiero creer que sí lo hago?
¿Tengo un "yo" real o debería adquirirlo?
¿Es el universo lo que veo o sólo su imagen?

La sinceridad es el catalizador que distingue una cosa de otra. Aquel que intenta ser sincero no le ve mayor utilidad a la crítica hacia el otro. Quizás y especialmente porque ya se dio cuenta de que el tiempo corre y desaparece, irrecuperable, la muerte acecha y las primeras preguntas todavía no han sido contestadas.