martes, 8 de septiembre de 2020

El peligro de un gobierno de científicos

Las cosas en las manos de la especialidad científica o los sistemas son razonadas, no valoradas; el valor de las cosas se entiende desde la -conciencia objetiva- de cada cual, los valores de la cultura donde habita o por último desde la abstracción filosófica. Los científicos practican ciencia, los filósofos la definen, así como definen la verdad.

Un veterinario puede saber cómo curar a un perro. Si le parecen valiosos los perros o si sólo es una carrera donde puede obtener dinero para costear la alimentación de su familia es otra historia. Él verá cuáles huesos habrá de reparar o si el animal sólo necesita unas pastillas, no cuál es el papel del perro en el universo.

Un gobierno de científicos podría razonar un día sobre si una raza humana cuesta más que las otras y si no sería sostenible para el sistema eliminarla y así no incurrir en un gasto supuestamente innecesario, pues, el mantenimiento del sistema donde ellos gobiernan sería más importante. El corazón de su gobierno sería el cálculo y quienes se le opongan serían no personas, sino un problema a resolver o eliminar.

Un gobierno de quien escucha a filósofos o sacerdotes explicar por qué los hombres son eternos o más importantes que cualquier sistema, en su consciencia se verá obligado a buscar opciones, y podría recurrir a científicos para preguntarles, por ejemplo, cuál es la mejor manera de aumentar la producción de alimentos.

Porque los científicos pueden responder preguntas, mas nunca fue parte de su carrera hacer preguntas hasta el punto de poner en duda el propio valor de lo que saben hacer. ¿O qué acaso el científico está exento de vanidad?

Un espíritu de la época cuyos días están contados, un pensamiento de moda, una ideología pueden ser la fuente donde estos científicos y mucha gente ven el valor y lo dan por sentado, como si fuera eterno, así sean ateos y digan y crean no creer en la eternidad. Porque si no lo dieran por sentado, deberían dudar y si dudan, ¿no se aterrarían de cara a la existencia? (¿Como los filósofos?)

Y si dudaran, tendrían que hacer, o intentarlo, aquella cosa que le piden a todo el mundo hacer, aunque lamentan que muy pocos les hagan caso: cambiar.

Los científicos razonan: trabajan en abstracciones químicas o matemáticas, explican porqué un hueso es grueso o cómo funciona el ojo. La conciencia objetiva, la cual ve más allá del tiempo, pondera el valor de las cosas, puede ponerse en los pies del otro, esto es, alcanzar el entendimiento de una verdadera empatía.

Porque el eslogan de la “empatía” que se nos vende por parlante, valla publicitaria o estado resentido de redes sociales me parece la cosa más selectiva del mundo: “o estás con nosotros o no eres empático”.