Las preguntas del principio de la filosofía solían ser:
¿Quién soy yo?
¿Por qué estoy aquí?
¿Qué es el universo?
¿Por qué y cómo se creó el universo?
Son preguntas difíciles. Le obligan a uno mismo a ponerse a prueba, tanto en un experimento en las actividades cotidianas como en el salto de fe sobre el abismo de lo desconocido, para llegar a otro lugar.
Es mucho más fácil poner a prueba a los otros, pues, aparentemente uno nunca es responsable de lo que hagan o digan. Apoyándose en la cultura vigente, que tiene sus propios valores y prejuicios, su propia autoridad, es bastante fácil intentar criticar al otro con un disfraz de diálogo.
¿Quién eres tú?
¿Por qué estás aquí?
¿Por qué dices eso, por qué haces esto otro?
Estas mismas preguntas se pueden hacer en un diálogo sincero. Porque el diálogo sincero ve al otro con respeto y ve en el otro una oportunidad de conocer una nueva perspectiva.
Quiero conocer al otro, para que luego me conozca a mí y me diga también qué ve en mí.
Es muy fácil peinarse y arreglarse con un espejo, pero no hay espejo que nos diga quiénes somos, para eso necesitamos ayuda. De un amigo o de un maestro.
Hay "amigos" que sólo se entretienen los unos a los otros, y se adulan, porque ninguno quiere hacerse las primeras preguntas de la filosofía, sino distraerse de la realidad, escondiéndose en sombra. Hay "maestros" que se prestan a lo mismo. Y se creerían capaces de apagar el sol, si tuvieran la oportunidad de esconderse en la sombra para siempre.
Es como si hubieran olvidado que hasta la imagen del espejo es engañosa. Quien saluda a esa imagen con la mano derecha recibe la respuesta simultanea de dicha imagen con su "mano" izquierda.
¿Soy yo la imagen que tengo de mí mismo o soy otra cosa?
¿Me conozco a mí mismo o sólo prefiero creer que sí lo hago?
¿Tengo un "yo" real o debería adquirirlo?
¿Es el universo lo que veo o sólo su imagen?
La sinceridad es el catalizador que distingue una cosa de otra. Aquel que intenta ser sincero no le ve mayor utilidad a la crítica hacia el otro. Quizás y especialmente porque ya se dio cuenta de que el tiempo corre y desaparece, irrecuperable, la muerte acecha y las primeras preguntas todavía no han sido contestadas.
lunes, 28 de octubre de 2019
sábado, 19 de enero de 2019
Creer Y Negar
No crees en nadie porque todos sirven a sus propios intereses, dijiste, y te quedaste decepcionado. Pero quisieras creer otra vez, ¿no cierto? Sin embargo, estás demasiado cansado.
Muy pesado es subir a una montaña y una vez arriba verla reventar como una burbuja y caer con ella. ¿Para qué te vas a levantar de nuevo, si ya sabes de tu muerte, sin salida, de la poca solidez de las cosas, de la ausencia de la eternidad en este universo de pura entropía?
Pero ¡cómo quisieras la eternidad! El perpetuo descanso. La dicha y la paz duraderos, el gozo sin fin.
¿Por qué habrías de querer estas cosas, si piensas que estas cosas no son sino una ilusión, un engaño, una zanahoria para un burrito manipulado?
Te pregunto yo, ¿cómo pudieron engañarte sobre estas cosas para desearlas, en primer lugar, sin nunca haberlas conocido?
Esa es la cuestión, ¿verdad? Esas cosas sí existen o no podrías desearlas ni tendrías idea de cómo satisfacen.
Pero sí sabes. Sólo no ves cómo volver a ellas. Cómo regresar. Por eso has decidido dejarte convencer sobre la inexistencia de estas cosas que nunca podrás olvidar.
Muy pesado es subir a una montaña y una vez arriba verla reventar como una burbuja y caer con ella. ¿Para qué te vas a levantar de nuevo, si ya sabes de tu muerte, sin salida, de la poca solidez de las cosas, de la ausencia de la eternidad en este universo de pura entropía?
Pero ¡cómo quisieras la eternidad! El perpetuo descanso. La dicha y la paz duraderos, el gozo sin fin.
¿Por qué habrías de querer estas cosas, si piensas que estas cosas no son sino una ilusión, un engaño, una zanahoria para un burrito manipulado?
Te pregunto yo, ¿cómo pudieron engañarte sobre estas cosas para desearlas, en primer lugar, sin nunca haberlas conocido?
Esa es la cuestión, ¿verdad? Esas cosas sí existen o no podrías desearlas ni tendrías idea de cómo satisfacen.
Pero sí sabes. Sólo no ves cómo volver a ellas. Cómo regresar. Por eso has decidido dejarte convencer sobre la inexistencia de estas cosas que nunca podrás olvidar.
martes, 1 de enero de 2019
Hambre y apetitos
Hay una forma generalizada y equivocada de pensar con respecto a la comida (y a los apetitos). Se cree que si una persona tiene hambre entonces debe comer y pasada la comida, el hambre ha sido saciado. Que comer es responder a una necesidad.
Cabe entonces preguntarse por qué el hambre aumenta, tanto en cantidad de porción como en frecuencia comidas. Sobre esto podríamos elaborar desde las necesidades nutricionales reales con respecto a la actividad de un individuo hasta el ejercicio de disfrutar nuevos sabores.
Pero no es a nada de esto a lo que me interesa ir porque todo esto es posterior a haber tomado al hambre como una señal de necesidad, cuando NO LO ES.
Un niño que no ha conquistado sus apetitos llora porque tiene hambre y demanda comida. ¿Pero quién dijo que hay que comportarse como niños en este asunto, hasta la edad de pintar canas?
En realidad, el hambre es como tantas cosas que crece porque se le alimenta y aquí distingo entre si una persona está alimentando su hambre o a sí misma. ¿Es esta persona una esclava de su hambre o domina sobre sus apetitos?
El gran secreto para conquistar el hambre no es comer cuando se tiene hambre. Es NO comer. Entonces el hambre pierde fuerza. Vale comer pocas veces al día y lo estrictamente necesario para la persona.
Invito a que este sea el año en que dejen de comer snacks, galletas, carbohidratos cada dos o tres horas en el día (de paso cuidan su economía, que en compritas se arruina el mundo). Invito a que prueben no desayunar sino tan solo café (esto hago yo y me va de maravilla).
Invito a practicar ayuno, como personas, porque caer a obedecer al hambre es ejercicio de bestias que no tienen amor por su propia conciencia.
Invito a practicar ayuno, como personas, porque caer a obedecer al hambre es ejercicio de bestias que no tienen amor por su propia conciencia.
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