Hay una forma generalizada y equivocada de pensar con respecto a la comida (y a los apetitos). Se cree que si una persona tiene hambre entonces debe comer y pasada la comida, el hambre ha sido saciado. Que comer es responder a una necesidad.
Cabe entonces preguntarse por qué el hambre aumenta, tanto en cantidad de porción como en frecuencia comidas. Sobre esto podríamos elaborar desde las necesidades nutricionales reales con respecto a la actividad de un individuo hasta el ejercicio de disfrutar nuevos sabores.
Pero no es a nada de esto a lo que me interesa ir porque todo esto es posterior a haber tomado al hambre como una señal de necesidad, cuando NO LO ES.
Un niño que no ha conquistado sus apetitos llora porque tiene hambre y demanda comida. ¿Pero quién dijo que hay que comportarse como niños en este asunto, hasta la edad de pintar canas?
En realidad, el hambre es como tantas cosas que crece porque se le alimenta y aquí distingo entre si una persona está alimentando su hambre o a sí misma. ¿Es esta persona una esclava de su hambre o domina sobre sus apetitos?
El gran secreto para conquistar el hambre no es comer cuando se tiene hambre. Es NO comer. Entonces el hambre pierde fuerza. Vale comer pocas veces al día y lo estrictamente necesario para la persona.
Invito a que este sea el año en que dejen de comer snacks, galletas, carbohidratos cada dos o tres horas en el día (de paso cuidan su economía, que en compritas se arruina el mundo). Invito a que prueben no desayunar sino tan solo café (esto hago yo y me va de maravilla).
Invito a practicar ayuno, como personas, porque caer a obedecer al hambre es ejercicio de bestias que no tienen amor por su propia conciencia.
Invito a practicar ayuno, como personas, porque caer a obedecer al hambre es ejercicio de bestias que no tienen amor por su propia conciencia.
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