Bastaría negar a Dios y no ser totalitario, rebuznaría más de un optimista demasiado envanecido con su propio pupo, como para darse cuenta de que hay demasiadas preconcepciones distintas a la suya sobre la realidad. La del optimista es la visión más sosa y mórbida del mundo, cabría agregar.
Ocurren dos cosas: el hombre ha sido llamado a establecer dominio y su visión persigue ideales. Ha de establecer dominio por su mano o en servicio de otros y sus ideales han de ser concretos o abstractos. Ha de creerse un dios o seguir a Dios; su ideal ha de ser Dios en quien pone su confianza o un abstracto sistema o sistemas de control para sustituir sus propias falencias e intentar sustituir a Dios para no seguirlo.
Y aquí no hay punto medio: quien no tiene por maestro a Jesús, tiene al diablo, invisible y sin nombre si es que hace falta y maestro de las sombras al fin.
Si un hombre no sigue a otro hombre, en una escalera hasta el hombre-Dios, sigue a una causa o abstracción y como la causa y la abstracción son difusas, como las nieblas nocturnas, intentará crear un sol paralelo para iluminar todo el lado oscuro de la Tierra en las noches. Y qué terror sentirá cada vez que como un reloj dañado le falle la maquinaria de su falso sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario