miércoles, 10 de junio de 2020

Santo patrón y el santoral

Hoy quiero recordar la costumbre de nombrar a los hijos de acuerdo con un santo patrón marcado en el santoral.

Anoche recé los misterios dolorosos del Santo Rosario y quizás mi misterio favorito de entre todos sea el de la oración en el huerto. 

La noche llena de temores, los ruegos al Padre, la imagen de la copa. Preveía nuestro Señor no sólo dolor físico, sino dolor psicológico, la humillación total ante los ojos de todos. Dolor espiritual, sentirse abandonado de Dios.

Mientras tanto, los apóstoles dormían cuando Jesús les pidió estar vigilantes y despiertos en oración. 

Si en ese momento los discípulos no siguieron las instrucciones de Jesús, ¿cómo podrían seguirlo a soportar los dolores qué Él sufrió, cargar su cruz y morir en ella? 

Pedro prometió no negar a Jesús y no sólo no se mantuvo vigilante y en oración, no siguió a Jesús en ninguno de los cinco misterios del Rosario. Y aquí la pregunta, si ni Él pudo, ¿cómo lo seguiremos nosotros?

¿Cómo llevaremos una corona de espinas? 

Medito sobre la sensibilidad de mi piel, me toco la frente con las uñas y me estremezco. ¿Cómo soportaremos los azotes? 

¿Cómo soportaremos luego el peso de la cruz, sobre la espalda sangrante, durante todo el camino del calvario?  

¿Y la muerte? ¿Cómo seguirte, Señor? Si en ese momento los discípulos no supieron cómo, ¿qué será de nosotros?

Mas, sin la muerte, ¿cómo volveremos a la Vida, la Vida de Verdad? Para estar despiertos y vigilantes en oración, no dormidos, como máquinas que se dan las vueltas en un ciclo de inconsciencia.

Por un lado, vemos el dolor de Cristo y en comparación el nuestro parece muy pequeño y por otro lado tememos no ser capaces de seguirle y soportar tanto dolor. 

En este punto muchos se dan la vuelta y dejan de seguir a Jesús. Otros por primera vez toman conciencia de la distancia enorme entre ellos y Dios. ¿Cómo salvar esa distancia? ¿Cómo dar el salto de fe?

Para no alargar la historia, hombres y mujeres frente a esto buscan modelos a imitar. Hombres y mujeres reales e ideales, eso son los santos. 

Los santos son hombres, mujeres y niños que vivieron en este mundo y debieron sufrir la mayoría de las cosas que sufriría cualquier persona y aún así, persistieron no sólo para llevar adelante una vida normal, avanzaron a acercarse bastante a la perfección de Jesús.

Los santos se convierten, a los ojos de quienes no somos santos, en quienes cuando son llamados, saben cómo responder a la llamada. 

Si varios hombres y mujeres se encuentran perdidos en una caverna oscura y desean salir, y uno dice haber visto una luz, los demás lo siguen y le preguntan dónde está esa luz, desde dónde se ve y tratan de ponerse en la posición de quien recibió la luz.

Buscar la luz donde no se la ve ya es una prueba de fe, ella llegará a los ojos de quienes persistan. Dijo Jesús del centurión romano que no se sentía digno de su atención y necesitaba de su ayuda: “en Israel no hallé fe tan grande”. 

El caso de este centurión siempre me ha llamado la atención, porque quienes leemos el evangelio podemos imaginar a Jesús cuando dice y hace muchas cosas y este centurión permanece invisible, sólo llegan mensajeros de él hasta Jesús. 

El centurión ha reflexionado y ha pasado este mensaje: “Basta que tú digas una palabra y mi sirviente se sanará. Yo mismo, a pesar de que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le ordeno a uno: 'Vete', va; y si le digo a otro: 'Ven', viene; y si digo a mi sirviente: 'Haz esto', lo hace.”

El centurión conoce desde su interior cómo el orden de las cosas proviene de Dios, reconoce a Jesús como Dios sin verlo y envía mensajeros para rogarle su ayuda, indicando a la vez que se siente completamente indigno de estar en presencia de Dios.

El centurión es un ejemplo de los bienaventurados que creen sin haber visto y que no da por sentado el orden de las cosas, el respeto a la jerarquía del ejército, por ejemplo, debe rogar por éste.

Jesús confirmará más adelante ante Pilato que el poder (de Roma) proviene de Dios.

Y si busco un santo moderno cuya fe se parece a la de este centurión, se me viene a la mente enseguida San Juan Bosco y su frase: “Dios proveerá”. 

San Juan Bosco hacía todo lo que podía, trabajaba arduamente para pavimentar el camino que Dios le mostraba, el resto se lo dejaba a las manos de Dios y su fe siempre fue correspondida.

"No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas." (San Mateo)

La fe no es la persecución de un sueño o una ilusión subjetiva y muchas veces egoísta, la fe es una gracia concedida por Dios.

Mas, sólo escribir argumentos sobre esto es insuficiente. No somos robots que deben leer un libro para programar el cerebro y hacer algo. Los discípulos de Jesús fueron testigos de todos los milagros y con todo Pedro lo negó tres veces.

Es necesario observar a los santos y su diálogo con Dios, su reflexión frente al mundo, sus decisiones en el diario vivir, sus acciones especialmente. La asimilación de conceptos no tiene carne, no se vuelve Verbo si no sabe cómo volverse Verbo.

Por eso el sistema educativo moderno por sí solo no vale nada. Un hombre malo con educación no se vuelve bueno, sólo se vuelve un hombre malo más inteligente. Tonto el que no lo vea.

Cuando hubo un incendio, ¿qué hicieron los santos? Cuando los niños tuvieron hambre, ¿qué hicieron los santos? Cuando una multitud de dudas sobre el futuro acometió a un joven, ¿qué hicieron los santos?

El objetivo de ponerle el nombre a un niño con el santo del día de su nacimiento era darle un hombre o mujer ideal a quien seguir. 

Porque todos los santos fueron niños, jóvenes, hombres o mujeres y tomaron decisiones a lo largo de su vida, estas tuvieron consecuencias, trabajaron en su interior y de ahí se acercaron más a Jesús, hasta adquirir la fuerza para cargar la cruz.

Celebrar la fecha del santo como el cumpleaños tenía por objetivo recordarse a sí mismo como seguidor de un santo, todos los años de la vida. ¿Por qué me llamo yo así? ¿Por qué mi nombre es recordado?

Los santos son personas reales e ideales y habitan el Reino de los Cielos, el lugar real e ideal a donde quisieron llegar y a donde queremos llegar.

No es entre las celebridades y los políticos que abundan los santos, al contrario, escasean demasiado y eventualmente se les expulsa de ahí. No se puede servir a Dios y al poder.

El mundo, lo que Jesús rechazó, es lo que nos invita y por poco nos fuerza a buscar ejemplos entre celebridades y políticos. 

Mirar la vida o pensamiento de cualquier “luchador social” o “revolucionario” peleando por dinero es una distracción mundana si primero no se ha visto la vida y pensamiento, a profundidad, de todos los santos.

"Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura” (San Mateo) 

Si nos parece que, entre Jesús, en el Cielo, y nosotros en la Tierra hay una distancia enorme y no sabemos cómo subir, si miramos los pasos de los santos veremos donde pisan, donde dejan una huella en una escalera que sube al Cielo. 

“Todo el camino al Cielo es el Cielo” dijo Santa Teresa. Y a la inversa, todo el camino al infierno es el infierno. No nos distraigamos con el mundo, no nos alejemos de Dios. 

¿Tienes dudas? San Agustín las tenía, a montones. Seguía todos los vientos del mundo, todas las ideas en boga de la época, se juntaba con la gente más pintada como la agradable y se sentía triste e insatisfecho. 

San Agustín, exploraba las cosas en su interior, como el centurión romano, y probablemente no obtuvo la gracia sino con la ayuda de la oración constante de su madre. 

Por eso hemos de pedir la oración de los demás. Si lees esto, por favor eleva una oración por mí.

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